domingo, 15 de febrero de 2009

el jardín-huerto árabe



En el mundo andalusí, los jardines tuvieron una función mucho más amplia que la meramente estética. El jardín-huerto fue receptáculo de plantas aromáticas, árboles frutales y productos hortícolas. Al placer de la vista y el olfato se unió el aprovechamiento agrícola, que puso en marcha una sabia distribución del agua y toda una ciencia de aclimatación de especies botánicas nuevas.

Los andalusíes habían heredado estos saberes de sus antepasados del mundo oriental islámico y, en parte, de sus predecesores romanos. Su proverbial sed de conocimiento propició un gran desarrollo botánico y científico. Se produjo una auténtica «revolución verde» que significó la expansión agrícola de Al Ándalus y el principio de un incipiente comercio.

Entre los frutales que estuvieron omnipresentes en esos jardines-huertos figuraron las palmeras datileras, como una reminiscencia del desierto arábigo, cuna del mundo islámico. También, los granados, que se trajeron a través de Siria, así como los melocotoneros, limoneros, cerezos, membrilleros y naranjos amargos. Además, figuraban higueras, olivos, vides y manzanos, milenariamente implantados en la Península Ibérica.
Entre la espesura de los frutales abundaban los cultivos de melones y sandías, las berenjenas, espinacas y habas, además de alcachofas, zanahorias y lechugas, entre otros muchos productos hortícolas que se cultivaban gracias a la abundante agua que suministraban las albercas y acequias.

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