Adolfo Lozano Sidro
(1872 – 1935)
Pintor Prieguense
"Los patios constituyen uno de los mayores atractivos culturales y turísticos con que cuenta la ciudad de Córdoba. Profundamente arraigado en las constumbres populares, este exponente, común en la arquitectura andaluza en general, tiene su origen en épocas remotas. Una herencia que ha perdurado en el tiempo hasta nuestros días.
La arquitectura de la Córdoba romana contaba ya con la presencia del patio como elemento principal dentro de sus casas. Las viviendas solían ser edificios de una sola planta. El acceso a la misma se realizaba a través de un pasillo de entrada denominado fauces. La domus itálica, o casa de los inicios de la República, que a la calle mostraba un muro ciego y macizo, ordenaba sus estancias o cubiculas en torno al atrium, el equivalente al patio actual, un espacio a cielo abierto en cuyo interior se ubicaba el impluvium o estanque central que recogía el agua de la lluvia. El centro del patio estaba reservado para el hogar. Para el romano así como para el griego, el hogar era de vital importancia; en cada casa había siempre ceniza y carbones encendidos, era una obligación sabrada conservar el fuego día y noche.
En Al-Andalus, la viviendas estaba dotadas de un austero exterior, sobrios muros y balcones ornamentados con tupidas celosías que aislaban el interior de miradas curiosas. La casa andalusí simulaba, de esta manera, ser un cofre que encerraba un pequeño universo en su interior, reservado tan sólo a los pocos privilegiados a los que les era permitido cruzar el zagúan de entrada. Las casas podían en su interior ser de un gran lujo, regufio de paz y confort, muy lejos de lo que habitualmente por aquella época era lo usual en otros lugares de Europa. Organizadas en torno a un patio, las alcobas, salones y la cocina se abrían a este espacio y se distribuían tambien alrededor de la galería superior. Si la familia se lo podía permitir, era habitual ubicar en el patio una alberca o al menos un pozo, puesto que el agua era elemente indispensable en la cultura andalusí.
"Ese cubo de luz, ese violento
tumulto de cal que, en blancos gritos,
ha arrebatado a jaspes y granitos
privilegios de noble emplazamiento.
Ese suave y perfumado aliento
de flores, como labios infinitos,
que, en redondas arcillas circunscritos,
mecen sus almas de color al viento.
Ese rumor rimado de una fuente
que, en incansable vuelo de cristales,
deja escapar al tiempo y lo regresa,
dos cosas pueden ser, dos solamente:
o un atrio de moradas celestiales,
o el patio de una casa cordobesa."
"Patio" de Felipe Molina Bermejo
El patio se convertía, de manera casi obligatoria, en lugar de encuentro y reuniones. sus innegables características, el agua de la fuente brotando sin descanso, el perfume de las flores, la luz que invade el recinto o la belleza de las yeserías que ornamentan las paredes, estaban destinadas a exaltar los sentidos y hacían del patio el lugar idóneo donde pasar las calurosas veladas que asolan las noches cordobesas.
Hoy en día podemos encontrar, en los barrios más tradicionales, como el de San Agustín, San Basilio o Santa Marina, casas que guardan celosamente la misma estructura de aquellas otras antecesoras en el tiempo, de quienes heredaron sus características. Casas donde el patio es el núcleo central en torno al cual se desarrolla la vida y se perpetuan las constumbres. Un tesoro de luz y color que engalana las noches de primavera con el aroma y el misterio que desprenden sus flores."