martes, 7 de abril de 2009

La princesa Wallada





“Desde al-Zahra te recuerdo con pasión.
El horizonte está claro y la tierra
nos muestra su faz serena.
La brisa desmaya con el crepúsculo:
parece que se apiada de mí
y languidece, llena de ternura.
Los arriates me sonríen con sus aguas de plata,
que parecen collares desprendidos de las gargantas.
Así fueron los días deliciosos que ya pasaron,
cuando, aprovechando el sueño del Destino,
fuimos ladrones de placer.”

Ibn Zaydun



La princesa Wallada nació en Córdoba en el año 994. Era hija de uno de los últimos califas omeyas, una mujer independiente, acostumbrada a dirigir su propia vida y despreocupada de los convencionalismos sociales. En su salón literario, al que acudían los poetas y literatos de su tiempo, conoció a Ibn Zaydun, en una noche de fiesta poética, jugando a completarse poemas, según la costumbre cordobesa de entonces.

Zaydun era un noble de excelente posición, con gran influencia política y sin duda el intelectual más elegante y atractivo del momento. Wallada era la mujer más culta y escandalosa de la ciudad. Tras unos amores estrepitosos, apasionados, públicos y versificados, pronto se rompió el idilio, por una traición del poeta, que ella nunca perdonó.

Se hizo amante del visir Ibn Abdús, rival político y enemigo personal de Ibn Zaydun, al que privó de sus bienes y acabó metiendo en la cárcel. En esa época de cautiverio físico y amoroso escribió Ibn Zaydun sus poemas más famosos. Pero Wallada no quiso volver a verlo.

Eso es lo que creó realmente la leyenda. Ibn Zaydun, tras recobrar la libertad, paseaba de noche por los palacios arruinados de Medina al-Zahara, símbolos de una pasión destruida. Toda Córdoba lo vio errante y ojeroso, enfermo de amor, y supo de sus poemas sumisos, implorando el perdón que nunca le fue concedido.

Wallada recorrió Al-Andalus pero siempre volvió a Ibn Abdús, en cuyo palacio acabó viviendo aunque sin casarse con él y bajo cuya protección le sobrevivió, siempre altiva y hermosa, hasta cumplidos los 80 años.


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